El reencuentro.

Los días se hacen inmensamente cortos y las horas pasa a la velocidad de un rayo. Ya no hay agobios ni madrugones infernales. Desde que ayer terminé con los exámenes, veo las cosas desde otro punto de visa. El cielo es más azul y mi optimismo de siempre vuelve a reaparecer.
Mañana por la noche vamos a inaugurar el verano con una cena. Todos juntos, los de siempre como una gran familia. Nuestro grupo es como una familia. Pero este año ha estado dividida. Cada miembro decidió tomar un camino. Algunos dejaron el instituto o lo cambiaron por otro, otros más mayores pasaron a la universidad e incluso alguno que otro empezó a trabajar. He echado mucho de menos esos momentos en los que nos movíamos a todas partes juntos como una piña.
Las cenas y las quedadas improvisadas en el centro. Sin planes, sin saber que hacer. Aquellos días en los que cuando alguno tenía un problema ninguno dudaba en ayudar.
No nos hemos visto muy a menudo. Pero nunca han faltado las llamadas por teléfono preguntando como va todo y recordando viejas historias.
La última vez que nos vimos fue hace un par de semanas, fuimos a llevarle flores a Sergio. Un momento triste y doloroso. Los recuerdos volvieron a renacer de entre las cenizas. Ahora que todo ha terminado, nos vamos a volver a ver. Y tengo que admitir, que me muero de ganas por llenaros de abrazos y de besos. Porque para mí sois más que una familia.